Homenaje a Jesús Poveda

viernes, 31 de agosto de 2012

A RAMÓN SIJÉ. Mi maestro y mi gran amigo

Por Jesús Poveda


Conocí a Sijé espiritualmente en el año 1930, cuando hervía en nuestro cerebro una pasión viril –en pugna material con nuestra juventud--: Voluntad era el emblema de nuestra época. El engendró en nosotros –captados por el instinto—la supremacía del alma: nuestro “yo” se había elevado, y merced a su perseverancia luchamos con el cerebro. Apenas si había hilvanado cuatro renglones en un papel blanco –que se quejaba de aquella ignominiosa manía—y corría en busca de mi amigo, que así lo conceptuaba con improperio, pues en realidad era más que amigo: maestro--, y le daba a leer mi trabajo literario. Nosotros éramos, entonces, los eternos gallos: me corregía el trabajo al instante con una delicadeza y bondad –que era su amor por aquello—que, en cierto modo llegaba a zaherirme en lo más hondo de mí, entonces: mi orgullo –puerilidad del ensueño--, y el disgusto y la controversia nos eran inevitables; pero más inevitable nos era el estímulo del cariño que se tiene a los seres que se rozan el alma y se hablan con la lengua del espíritu. Por eso era eterna nuestra amistad. Cuando salió a la luz del Vulgo Voluntad revista que nació de su seno y que era en síntesis aquello--, publiqué un pequeño poeta sobre el romanticismo juvenil que di vida con la estrofa simbólica de la poesía rubendarioniana: “juventud, divino tesoro”... y lo firmé con el seudónimo de “Víctor”. Pues, bien: mi gran Sijé –como siempre me hacía--, me cogió el trabajo en la misma Imprenta de la Misericordia donde se imprimía la revista, y me dijo: “Trae; esto está cojo; hay que ponerle un final más categórico”. Y diciéndome estas palabras cogió su pluma y puso: “...Y que cuando la Parca llame a nuestra puerta salgamos gozosos a recibirla llevando en nuestros pechos este rótulo: HEMOS SABIDO SER JÓVENES. Y como la juventud es la hombría... “AQUÍ YACE UN HOMBRE”, podía colocarse en nuestro epitafio...”

Llegó el Crispín de Benavente, la Mariquilla Terremoto de los Quintero, y también llegaron a su alma la Purita de Miró y el Abate Don Magín... ¡Laboriosidad, estudio, rincón de la ilusión!. Se había acabado en Sijé el parpadeo de sus ojos, y permanecían despiertos, aguzando con su mirada la pendiente de su vida...

¡Hábeas de 1934!; cantaron en letras de molde los “ki-ki-ri-kí” de su gallo. Y entonces, Sijé, sugirió su quevedismo; un Quevedo deshumanizado: el Don Francisco de Quevedo del “golpe de pecho”, y no el Quevedo del golpe de risa...

Y como su costumbre lugareña –de su olor a Oleza—le hacía subir muchas tardes a San Miguel(86), desde allí contempló la miseria del bajo vientre y se acordó de Nietzsche... y veía a diario trepar por la mañana a Zaratustra, y conversando con este personaje siniestro se embebía en “el sol y siesta” de la tarde de Miró, y divisaba –con sol caliente—entre flores y palmeras de su huerto, la esfinge absorta en la contemplación de Sigüenza, y cantó, con su Miguel, aquellos versos de

“Al prado no pastura ya la oveja:

pasto puro es la oveja ahora del prado”.

Mas, cuando el crepúsculo sonaba en la rocosidad de su condición, aspiraba el aire del oasis infinito y con agilidad de alma nacida para volar venía a solazar su espíritu al papel blanco de su mano instintiva. Entonces era cuando se crecía, y en la candileja de su estudio encendía una llama a la Materia para trocarla en Psiquis.

Aquellas rocas de su pueblo eran las campanas que tintineaban en la noche oscura del amanecer exuberante... Y así vio el amanecer –también—del Viernes Santo, “con su olor crudo a aceite de buñuelos y vino de taberna”. Y llegó hasta él la suavidad de la caricia con mezcla de poco y mucho.

La Navidad se acerca: Yo, Sijé, amigo-maestro del alma te recuerdo tus palabras: “Y que cuando la Parca llame a nuestra puerta...”

¿Me ves llorar, mi gran amigo?. No te oculto mis sentimientos; tú has sido parte y forma de mi juventud: El Gallo Crisis se está desplumando... ¡Qué horrible pelea es la suya!. ¡Mas, no veo con quien lucha!. ¡Es en vano que se defienda. La Parca ha conseguido encerrarlo en su seno!. Seno de la Humanidad: ¡terrible seno!...

Y el gallo tuvo una crisis la noche que los profanos llamaron “Buena”... ¡Este es el epitafio que hay que sellar en la frente del Gulgo!.



Jesús Poveda

Publciado en el númro especial "Acción" de la CEDA, en homenaje a la muerte de Ramón Sijé, el 30 de diciembre 1935

NOTAS:

(31) Jesús Poveda Mellado nace en Murcia en 1912 y a los dos años se traslada a Orihuela. Asiste a las tertulias de la calle Arriba núm. 5, tahona de la familia Fenoll y forma parte de la llamada Generación del 30 en Orihuela. Tras la Guerra Civil sale al exilio y en la República Dominicana publica Sobre la misma tierra (poesía) y Ensayos. En su etapa oriolana fue colaborador de las revistas Actualidad, Voluntad, Destellos, y Silbo. Publicó también un libro titulado Poemas en colaboración con Carlos Fenoll y Justino Marín (Gabriel Sijé) en 1936).

Nota:
Tomado el libro "Textos sobre Ramón Sijé" de José Antonio Sáez

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